5/26/2012

Capítulo 6 / La sumisión


Dani tenía claro cual era su destino.
Sería el esclavo de un amo que quisiese aceptarlo y usarlo y él rogaba para que Raúl fuese su dueño para siempre.
Le serviría sin condiciones y sin rechistar por nada de lo que quisiese hacerle.


Le pertenecería en cuerpo y alma, pero lo malo es que mientras estuviesen en el ejército y Raúl no tuviese a mano un coño de verdad, con un buen par de tetas, como siempre decía, podría ser posible ese sueño.
Después, quién sabe a manos de quién pasaría.
Otro amo al que no le importase que hubiese sido usado anteriormente, o iría como una puta rastrera mendigando que un macho se dignase follarlo y ponerlo en su sitio a hostia limpia.
 Pero por el momento lo que obsesionaba a Dani era ser de Raúl y su problema y objetivo principal consistía en librarse del capitán.

A pesar de las maniobras, los días en el campamento eran un infierno puesto que el puñetero capitán hacía cuanto estaba a su alcance para disponer de tiempo y joder a su asistente.
No había una sola jornada en que no le diese por el culo un par de veces y tuviese que mamársela otras tantas, además de prestarle los humillantes servidos de limpiabotas, urinario y soportar bofetadas y patadas a mazo.

El muy animal parecía como que hubiese perdido el juicio y no le importase que alguien se enterase de lo que estaba pasando dentro de su alojamiento entre él y su joven asistente.
Y a Dani cada vez se le notaba más cansado e incluso arrastraba penosamente los pies cuando recorría el espacio que separaba la tienda compartida con Raúl y los aposentos de su jefe.
La vuelta era más rápida y hasta se podía asegurar que iba alegre y con una sonrisa de oreja a oreja, imaginado ya lo que le esperaba a manos de su camarada al traspasar el umbral de la carpa.

Raúl cada vez era más brusco con su compañero, mejor dicho con su esclavo, puesto que ya no había ningún disimulo en la relación mantenida por ambos jóvenes.
Y lo trataba como a la última mierda sobre la tierra, usándolo sin miramientos ni piedad.
Lo de menos (bueno, lo demás para Dani) era como le daba por el culo, casi en seco y con más brutalidad a medida que el ritmo de las acometidas aumentaba.
Dani no sentía ningún placer físico en ello, entendido como gusto o sensación agradable.
Su mente se calentaba y su polla se excitaba por el morbo y el hecho de ser usado y sometido por el noble bruto, que lo montaba sin la menor preocupación de lo que le pasara a la zorra de la que se servía para satisfacer su lujuria.
Y zorra era lo más cariñoso que salía de la boca de Raúl al referirse a su camarada esclavo.

Tampoco se comedía el mozo al darle de hostias ni patearle el culo al menor descuido o despiste del muchacho al servirle algo o lamerle el culo, los pies o las botas.
Eso daba igual, porque para Raúl ya era menos que una palangana para lavarse sus partes o mear sin necesidad de salir de la tienda e ir a las letrinas comunes.
Dani ya se tragaría su meo o lo mantendría dentro de la barriga hasta poder expulsarlo por el culo en el retrete.

Y todo eso para Dani era el cielo. La gloria sólo empañada por la voz y la presencia de su capitán sobre la tierra.
Por qué un rayo no lo partiría en dos, pensaba Dani cada vez que tenía que verlo delante.
No recordaba odiar tanto a nadie en su vida como a aquel cretino, hijo de la gran zorra que lo parió.
Le haría tragarse todos sus medallas hasta asfixiarse con ellas.

Pero cómo sería posible que Dani se liberase del cautiverio de servir de asistente al cerdo que llevaba los galones de capitán.
Eso no sólo era difícil sino prácticamente imposible mientras estuviese en el ejército.
Y si abandonaba el uniforme, también perdía a Raúl.
 Estaba en una encrucijada complicada y nada sencilla de resolver. Y menos para un pobre y humilde soldado marica.

Aquella tarde, sobre las siete, el capitán se pasó por la tienda de los dos muchachos para comprobar con sus propios ojos como se había instalado su asistente y ver de cerca al soldado con el que Dani compartía el alojamiento y pasaba las noches en su compañía.
El capitán debería conocer también a Raúl, por ser el asistente de un comandante, pero no era así.
Al no estar dicho oficial en la compañía de estado mayor, su relación con él no era ni habitual ni mucho menos fluida.
Y además no era frecuente que un oficial se fijase en un puto soldado, aunque lo tuviese delante de sus narices asiduamente por prestar servicios para otro oficial, cuyo destino fuese más cercano al del capitán que el del jefe de Raúl.
Lo normal sería que al capitán le importase un puto carajo lo que hiciese Dani cuando no estaba a sus órdenes asistiéndole, pero no era este el caso, puesto que el papel del chaval al lado de su jefe era más el de su zorra que otra cosa.
Y a uno que va de macho por la vida, sí le importa lo que haga a sus espaldas su concubina.
Y le preocupan los cuernos que le ponga, más por el posible escarnio de otros machos si se enterasen que era un cornudo, que por la traición misma del engaño.

 Y la obsesión del capitán por Dani, le estaba trastornando la cabeza al oficial, hasta tal punto, que no distinguía la diferencia entre un culo y un coño.
No era consciente que pretendía guardar y preservar al chico de otras pollas, como si su honor estuviese unido al ojo del culo del muchacho, cual delicado chocho de una dulce doncella.
Porque dentro de su mundo machista y homofóbico no podía concebir que también existiesen cinturones de castidad para el culo de un tío, ya que de estar más puesto en el surtido de artículos de este género, Dani tendría que esperar a que su capitán le abriese el candado del casto artilugio para poder cagar.

El capitán entró en la tienda, pisando fuerte, y sólo encontró a Raúl en calzoncillos, tirado boca arriba sobre el catre y papando moscas, dejando ver bajo el slip el bulto de una respetable polla morcillona.
El chico se puso firmes de un salto y el oficial le preguntó por su asistente, con estas palabras: “Soldado! Dónde está el inútil, hijo de perra, de mi asistente?
...Qué hacías, cabrón? Tocarte las pelotas tú solo o te la estuvo chupando ese puto imbécil. Porque ahora sólo hay maricas en este ejército. Hasta os ponen bragas como a la mujeres! Vístase, marrano! Cree que es manera de presentarse ante un oficial?”
Y Raúl contesto: “No, mi capitán... Lo siento, señor. No volverá a repetirse, señor... De todos modos, mi capitán, es usted el que vino a mi tienda cuando aún estoy en tiempo de descanso y no presto servicio a mi jefe, el señor comandante. Por eso estoy en paños menores, señor”.
Pero el capitán se puso bravo y le gritó: “Cállese, puto deslenguado! Cómo se atreve a dirigirse en esos términos a un oficial superior! Yo entro donde me sale de los cojones! Y voy a meterles un puro a los dos que se van a cagar!”
 Y el capitán se marchó antes de perder más los papeles y ponerse más en un absoluto ridículo.

“Esta vez me libre por pelos”, se dijo a media voz, Raúl.
Y hablando un poco más alto, añadió: “Casi nos cacha, este cabrón! Aún me va a caer un paquete por follarme a su zorra”.
Y en esto entró Dani, que venía de evacuar para no ir a ponerse a las órdenes de su jefe rezumando leche por el culo y con el trasero de los calzoncillos mojado, después del par de polvos que le había metido Raúl durante la siesta.
El chico se extrañó de la cara con que lo recibió su amo-compañero, y se atrevió a preguntar: “Qué pasa?”
Y el otro le respondió de mal humor y con los peores modos imaginables: “Pasa, zorra! que tu jefe vino a buscarte, porque está mosca, y me la estoy jugando por tu culpa! So puta! Lárgate a ponerle el culo y ya puedes hacer un buen trabajo con la boca y el coño para que no sospeche que ya te he dado una buena ración de polla esta tarde. Menos mal que con las hostias que te metí en los morros no te reventé la boca y, encima, fueses sangrando por el labio, para terminar de joderla! Sal cagando hostias de aquí que me vas a buscar la ruina!”
 Dani se fue con la sola ilusión de que un camión a toda leche lo aplastase y se presentó ante su capitán.


Ya lo esperaba con la fusta en la mano y no hizo falta que dijese nada para que el chico supiese que le tocaba hacer.
Se dobló sobre la mesa y se mordió los puños, apretándolos hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, y cerro los ojos esperando la descarga de latigazos que le moliese el cuerpo por todas partes.

Y la lluvia de golpes no se hizo esperar. El muy bestia de su jefe, esta vez ni se molestó en desnudarle el culo y lo breó con toda la fuerza de su locura y los traumas inconfesables que le roían el alma.
Luego vinieron los insultos, las humillaciones, el abuso sexual de su cuerpo, pero al chico todo le daba lo mismo, porque su corazón ya se lo había roto su amo-camarada con su desprecio y dejándole claro que una boñiga seca le importaba más que él.




Cuando Dani regresó junto a Raúl, tan sólo era un espectro digno de misericordia. Algo que no esperaba encontrar en su Joven amo, al que solamente le servía como una jodida muñeca hinchable, que al perecer ya podía tirarla a la basura puesto que se la habían pinchado y no valía para usarla de nuevo.

Pero, en cualquier caso, Raúl mandaba y a Dani únicamente le quedaba obedecerle sin pensar en otra cosa que no fuese complacer a su dueño, ni sopesar las consecuencias de su servidumbre dada la persistente obcecación de su capitán.

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